La caída del régimen de Bashar al Assad, amputa un aliado central de rusos y persas, y beneficia a Turquía de modo central y adicionalmente a EE.UU. e Israel. Pero no es claro cómo se definirá el poder en el país árabe y hasta qué punto la audaz maniobra del liderazgo turco le permitirá conducir la crisis.

 

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